Mensaje de Juan Pablo II en el bicentenario de Pauline-Marie Jaricot
Fundadora de la Obra de la Propagación de la FE
CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT).
- Una nueva atención por los pobres y la convicción de que la misión es una tarea de todos los bautizados: estas son las dos lecciones del mensaje y acción que ha dejado Pauline-Marie Jaricot, quien en el siglo pasado lanzó en Lyón la obra de la Propagación de la Fe, corazón de lo que hoy son las Obras Misionales Pontificias.
En un mensaje redactado con motivo de los doscientos años del nacimiento de esta mujer, celebrado en estos días en Lyón y París, Juan Pablo II subraya la actualidad de su testimonio: «Porque se dejó tocar por los pobres y por la miseria de los que no conocen a Dios, Pauline creó una colecta para la actividad misionera de la Iglesia». Asi mismo, recuerda el pontífice, se entregó a la evangelización de los ambientes obreros de la región donde vivía,
y comenzó proyectos sociales para instaurar la justicia en el mundo del trabajo.
«Sus intentos fracasaron en aquel momento -añade-, pero preparó
misteriosamente una renovación en el compromiso social de la Iglesia que sería desarrollado en la encíclica de León XIII, "Rerum Novarum"».
La obra de Pauline, que adquiere connotaciones realmente extraordinarias si se tiene en cuenta la condición social de la mujer en aquellos tiempos, se inspiró «en una profunda e intensa vida espiritual, en la que ella encontraba su energía para la misión», explica el pontífice. «Muy pronto -recuerda-, manifestó su deseo de convertirse en una "Eucaristía viviente", de dejarse llenar por la vida de Cristo y de unirse profundamente a su sacrificio».
El Santo Padre invita a las comunidades eclesiales a intensificar la
colaboración con las misiones, acogiendo a los jóvenes de las Iglesias de creación reciente (sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas o laicos) para ofrecerles una formación humana y espiritual o aportando ayuda a las diócesis más pobres. «Todos nosotros estamos llamados a compartir lo que hemos
recibido -explica Juan Pablo II-. Como Pauline demostró, la misión es un asunto de todos los bautizados, cada uno puede ser, según sus modestas posibilidades, "la cerilla que enciende el fuego"».
Pauline Jaricot nació en 1799 en el seno de una familia católica de la pequeña burguesía. A los 17 de años de edad, decidió consagrarse a Cristo. Cuando su hermano Philéas estaba a punto de entrar en el seminario de las Misiones Extranjeras de París, Pauline promovió la primera colecta por las misiones. A
los 19 años, lanzó una colecta misionera llamada «Una moneda a la semana». En la práctica, grupos de diez personas destinaban cada uno por semana una moneda destinada a las misiones. Este método de recolección de fondos para las misiones fue adoptado, en 1822, por el grupo de fieles de Lyón que fundó la Propagación de la Fe. En 1826, Jaricot comenzó el Rosario Viviente que en
pocos años agrupó a un millón de fieles. Cinco años después, esta iniciativa desembocó en la fundación de una comunidad de Hijas de María.
Con el deseo de ofrecer una contribución social a la crisis que en 1845 afectó a los obreros de la industria textil, Pauline Jaricot construyó una cooperativa denominada «Obra de las obras». Los gastos de la construcción y la gestión de esta iniciativa fueron ingentes, hasta el punto de que la fabrica tuvo que cerrar y Pauline se vio obligada a vivir en la miseria hasta la muerte. Las 115
direcciones de las Obras Pontificias Misioneras de diferentes países del mundo se inspiran hoy en su obra y carisma.
En un mensaje redactado con motivo de los doscientos años del nacimiento de esta mujer, celebrado en estos días en Lyón y París, Juan Pablo II subraya la actualidad de su testimonio: «Porque se dejó tocar por los pobres y por la miseria de los que no conocen a Dios, Pauline creó una colecta para la actividad misionera de la Iglesia». Asi mismo, recuerda el pontífice, se entregó a la evangelización de los ambientes obreros de la región donde vivía,
y comenzó proyectos sociales para instaurar la justicia en el mundo del trabajo.
«Sus intentos fracasaron en aquel momento -añade-, pero preparó
misteriosamente una renovación en el compromiso social de la Iglesia que sería desarrollado en la encíclica de León XIII, "Rerum Novarum"».
La obra de Pauline, que adquiere connotaciones realmente extraordinarias si se tiene en cuenta la condición social de la mujer en aquellos tiempos, se inspiró «en una profunda e intensa vida espiritual, en la que ella encontraba su energía para la misión», explica el pontífice. «Muy pronto -recuerda-, manifestó su deseo de convertirse en una "Eucaristía viviente", de dejarse llenar por la vida de Cristo y de unirse profundamente a su sacrificio».
El Santo Padre invita a las comunidades eclesiales a intensificar la
colaboración con las misiones, acogiendo a los jóvenes de las Iglesias de creación reciente (sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas o laicos) para ofrecerles una formación humana y espiritual o aportando ayuda a las diócesis más pobres. «Todos nosotros estamos llamados a compartir lo que hemos
recibido -explica Juan Pablo II-. Como Pauline demostró, la misión es un asunto de todos los bautizados, cada uno puede ser, según sus modestas posibilidades, "la cerilla que enciende el fuego"».
Pauline Jaricot nació en 1799 en el seno de una familia católica de la pequeña burguesía. A los 17 de años de edad, decidió consagrarse a Cristo. Cuando su hermano Philéas estaba a punto de entrar en el seminario de las Misiones Extranjeras de París, Pauline promovió la primera colecta por las misiones. A
los 19 años, lanzó una colecta misionera llamada «Una moneda a la semana». En la práctica, grupos de diez personas destinaban cada uno por semana una moneda destinada a las misiones. Este método de recolección de fondos para las misiones fue adoptado, en 1822, por el grupo de fieles de Lyón que fundó la Propagación de la Fe. En 1826, Jaricot comenzó el Rosario Viviente que en
pocos años agrupó a un millón de fieles. Cinco años después, esta iniciativa desembocó en la fundación de una comunidad de Hijas de María.
Con el deseo de ofrecer una contribución social a la crisis que en 1845 afectó a los obreros de la industria textil, Pauline Jaricot construyó una cooperativa denominada «Obra de las obras». Los gastos de la construcción y la gestión de esta iniciativa fueron ingentes, hasta el punto de que la fabrica tuvo que cerrar y Pauline se vio obligada a vivir en la miseria hasta la muerte. Las 115
direcciones de las Obras Pontificias Misioneras de diferentes países del mundo se inspiran hoy en su obra y carisma.
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